Desde la Puerta del Reino de los Muertos, un miedo profundo invadió el alma de todos, dejándolos, temblando de terror, incapaces de volver a mirar hacia esa puerta.
Simultáneamente, desde el portal abierto de la Puerta del Reino de los Muertos, que se tornó muy sangriento y profundo como si conectara a un espacio desconocido, emergieron miles de lobos y demonios de sangre, rugiendo y lanzándose con furia sobre Simón.
Estos lobos de sangre, enormes y sin pelo, parecían criaturas bioquímicas de aspecto feroz.
Los demonios de sangre, altos y armados con armas hechas de huesos –espadas, cuchillos, martillos– eran como gigantes, que avanzaban hacia Simón con un ímpetu que sacudía la tierra.
La escena aterró a todos por completo, dejándolos paralizados de miedo en el suelo.
Por fortuna, estas criaturas solo tenían como objetivo a Simón, de lo contrario, todos los presentes habrían corrido un destino fatal.
En ese momento, los seguidores de Simón, viendo la aterradora situación, se levanta