En ese momento, Gonzalo tenía el rostro pálido como un papel, la sangre fluía constantemente de su boca y su expresión estaba llena de asombro e incredulidad.
Después de un momento, Casimiro y Teodoro finalmente pudieron levantar la vista. Cuando vieron que Simón estaba completamente ileso, se quedaron atónitos. ¿Cómo era posible? Pero Simón estaba de pie allí, sano y salvo, lo que los dejó incrédulos.
Justo en ese momento, el pergamino en manos de Gonzalo se rompió en pedazos y luego se convirtió en cenizas, desapareciendo por completo.
Gonzalo primero mostró sorpresa en su rostro, luego gritó con desesperación: —Ancestro, ancestro.
—No sigas llamándolo— frunció el ceño Simón. —Tu ancestro solo dejó un poco de poder como un recuerdo, y tú lo has consumido por completo. Solo puede haber este resultado.
Gonzalo miró furiosamente a Simón y dijo con odio:
—Has destruido el tesoro de mi familia.
La expresión de Simón se volvió fría de inmediato. Dio un paso adelante, cruzando una distanci