Al regresar a su dormitorio, Simón entró en la habitación de Baelor y le lanzó una carta, diciendo: —Tal como esperaba, aquí tienes una carta para ti. Al parecer tu querida Aeliana no te ha olvidado después de todo.
Baelor tomó la carta, la observó con indiferencia y respondió con mucha calma: —Aeliana y yo compartimos una vida de sufrimiento. Ambos nacimos huérfanos, y por eso, entendemos el dolor del otro y nos valoramos y nos queremos.
—Sí.
Simón afirmó, diciendo: —Por eso, por Aeliana, debes seguir viviendo.
—Claro, no te preocupes. Después de todos estos años, ya he superado demasiadas cosas. No voy a rendirme ahora.
Baelor sonrió mientras miraba a Simón, y en ese momento, su expresión no parecía ser la de alguien desesperado por morir. Simón suspiró muy aliviado y comentó: —Parece que no eres tan frío como aparentas.
—Tienes razón, no soy una persona fría. Solo reservo mis emociones para aquellos que merecen mi amor y aprecio.
—Después de todo, el mundo es inmenso. No puedo preoc