Poco después, un grupo de creyentes enfurecidos, como si estuvieran impulsados por una fuerza invisible, comenzaron a acercarse paso a paso a Simón, con la fuerte resolución de acabar con su vida reflejada en sus ojos.
Estaban convencidos de que Simón había empujado al anciano Gerardo y a otros dos hacia ese cruel abismo sin fin, transformándolos en las terroríficas entidades que ahora tenían ante sí.
Flavia y Damiana, las dos líderes femeninas, se encontraban al frente de los creyentes.
Su ira era como un volcán en erupción, sus miradas ardientes estaban fijas en Simón, y con palabras encendidas y alocadas agitaban a la multitud a su alrededor, jurando con frenesí vengar a los tres ancianos.
Ante la avalancha de hostilidad, la mirada de Simón se volvió sombría y profunda.
Dijo con voz grave: —Por favor, mírenlos bien.
Gerardo y los otros ya no son parte de nosotros.
Son verdaderos monstruos de otro mundo.
En ese momento, Gerardo y los otros dos se habían fusionado por completo, convi