Capítulo 1258
—¿Eh?

Ladislao y los demás, al escuchar estas palabras, se llenaron de preocupación al instante.

Simón era verdaderamente poderoso, tan poderoso que realmente, era casi inimaginable.

Pero él estaba solo, ¿era demasiado arriesgado desafiar a los practicantes de un país entero?

En ese preciso momento, Basilio gritó: —Sí, señor, aseguro llevar el mensaje de vuelta.

—Vete rápido, — Simón guardó su Espada de Toledo y se quedó de pie con las manos a la espalda.

Ignorando por completo sus heridas graves y el agudo dolor, Basilio reunió sus últimas reservas de energía espiritual y se arrastró, cojeando por su pierna rota, para escapar con gran temor.

En ese momento, la mirada de Simón cayó sobre Silvano.

Silvano estaba tan asustado que temblaba como una simple hoja, incapaz de moverse.

Quería correr, pero sus piernas simplemente no le respondían; solo podía mirar aterrorizado a Simón, con un miedo indescriptible.

—¿Tienes algo más que decir por aliarte con los extranjeros y dañar a tus p
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