Las dos mujeres se entregaron a la alocada pasión, y en poco tiempo ambas estaban con las mejillas encendidas y chispeantes de deseo en sus bellos ojos.
Después de un breve momento de frenesí, ambas volvieron a beber.
Después de un largo rato de beber, la botella estaba vacía y sus rostros se tornaron aún más rojos.
En ese momento, Dolores, mientras acariciaba a Carmela, sonrió con gran malicia y dijo: —Ven conmigo.
—Lo siento, no podemos acompañar a los clientes fuera del establecimiento. —Carmela, sorprendentemente, mantuvo la calma.
Dolores no se sorprendió en lo absoluto. En un movimiento rápido, sacó un fajo de dinero y lo dejó delante de Carmela.
Carmela lo miró asombrada, recogió lentamente el dinero y lo guardó en su bolso. Sonrió a Dolores y tiernamente preguntó: —¿A dónde vamos?
Dolores rió y se levantó. Carmela, de forma natural, rodeó con su brazo el de Dolores.
Ambas salieron de inmediato y se subieron al coche, regresando al Hotel Palacio César.
Al entrar en la suite, Car