Treinta minutos más tarde, Simón y los demás llegaron a la Universidad Nacional Autónoma, pero fueron detenidos de inmediato por los guardias de seguridad en la puerta, quienes se negaron a dejarlos entrar.
Al ver esto, Miguel dijo: —Déjame encargarme de esto.
Marcó un número y pronto recibió una llamada de vuelta.
—¿Señor Miguel, me necesitaba? — era la voz ligeramente nerviosa del rector Amado.
Miguel respondió con gran indiferencia: —Sí, ¿podrías venir a la universidad? Estamos esperando frente a la puerta.
—De acuerdo, pero ¿qué sucede? ¿Hay algo específico que necesite saber? — preguntó Amado con gran cautela.
—Lo descubrirás cuando llegues, — dijo Miguel, colgando inmediatamente después.
Amado conocía muy bien a Miguel. Aunque era solo un rector, también era viceministro y, en términos administrativos, tan solo un peldaño por debajo de Daniel.
Pero en cuanto a poder, la diferencia era realmente abismal.
Aún así, por su posición, tenía la capacidad de conocer a Daniel y a Migue