Al ver la desolación en Juan, Brais fue el primero en darse cuenta de que algo andaba mal.
—¿Qué pasa? ¿Qué ha ocurrido? — preguntó.
El teléfono de Juan cayó de su mano al suelo estrepitosamente, su rostro cada vez más lleno de miedo.
El hecho de que su padre estuviera tan ansioso y furioso, y que hubiera alarmado a Salvador, le hizo comprender profundamente que la persona frente a él no era tan simple como parecía. Sabía muy bien que había metido la pata.
Brais y los demás, al ver a Juan tan nervioso y asustado, también se pusieron nerviosos.
—¿Qué sucede? ¡Habla de una vez! — insistieron.
Para ellos, aunque Simón fuera poderoso, no debería estar tan asustado.
Si no podía con él, ¿por qué no traer a un verdadero experto? Y si esto no bastaba, entonces llamar a los guardias especiales. ¿Realmente podría vencernos?
Pero en ese momento, el miedo de Juan había penetrado profundamente en su ser, dejándolo por completo sin palabras.
Brais, Rafael y Amir estaban perplejos y confundidos.
Juli