Simón y el equipo de Wilfrido continuaron conversando mientras avanzaban hasta salir de la selva virgen. Una vez afuera, Simón condujo su vehículo y, realizando dos viajes de ida y vuelta, logró llevar a los siete miembros de la expedición de regreso a Solara.
En el interior de un lujoso restaurante, Simón tomó el menú y se lo entregó a Wilfrido con una sonrisa en el rostro.
—Capitán Wilfrido, esta vez me ha permitido experimentar la belleza y la grandeza de la selva virgen de una manera que jamás imaginé. Ha sido una vivencia realmente enriquecedora para mí. Así que, como muestra de agradecimiento, quiero invitarlos a todos a una gran cena.
—¿Oh? ¿De verdad?
Wilfrido cerró los ojos por un momento y echó un rápido vistazo a los miembros de su equipo, observando así sus reacciones con una expresión llena de interés y una ligera sonrisa en los labios.
Simón, con una expresión llena de entusiasmo, se dio una palmada en el pecho y dijo con determinación:
—La adrenalina y la emoción que se