Tomás con cariño agarró la mano de la doctora Lorena y le metió una tarjeta bancaria en la palma.
—No.
La doctora Lorena, con los ojos enrojecidos, dijo con firmeza: —Si tomara algo de ti, la gente pensaría que me interesa tu dinero. La verdad es que no me importa nada de eso.
—Lo sé, pero realmente me has ayudado muchísimo, y no puedo dejar que eso pase sin más.
La doctora Lorena miró la tarjeta en su mano y suspiró aliviada, —está bien, la dejaré aquí por ahora. Cuando quieras recuperarla, solo ven a buscarme.
—Gracias.
—Entonces me voy.
—¿No vas a quedarte un rato más?
Tomás tomó la mano de la doctora Lorena de nuevo. Ella, sonrojándose, rápidamente retiró su mano, mirando al suelo y dijo: —No, tu herida es grave. Debes descansar y recuperarte. Cuando estés mejor, volveré a verte.
—Está bien.
Una vez que la doctora Lorena se fue, Tomás soltó un largo suspiro y murmuró: —Nunca pensé que después de hacer negocios durante tantos años, al final acabaría siendo engañado por el miserable