—¡Puf!
—¡Puf!
...
Los cuatro miembros de Dariel escupieron sangre, tendidos en el suelo, mirando con incredulidad a Simón, que se encontraba en la puerta, y a su avatar flotando en el aire, suspendido en el aire con gran poder.
En ese momento, el avatar de Simón se deshizo y en cuestión de segundos se volvió cenizas, y el dragón Qi regresó a su cuerpo. Al ver esto, Dariel, sorprendido, exclamó: —¡No puedo creerlo! ¡Has logrado crear un avatar... tú...!
—¿Hm? ¿Te sorprende eso? — respondió Simón con indiferencia.
—Dariel, después de todo esto, somos viejos conocidos. Hoy no te mataré, te dejaré una salida. Ve y dile a tu líder que las nueve vasijas de dragón están al alcance de cualquiera. Que cada uno se gane lo que pueda. Si vuelves a buscarme, no seré tan amable.
Dicho esto, Simón se dio la vuelta para irse. Justo en ese momento, Thorn, que estaba afuera, al ver a Simón girarse, se sintió aterrorizado. Temblando, se arrodilló ante él, doblando ambas rodillas con gran reverencia.
—Señ