Lucas y Simón se miraron un momento y luego se dieron la vuelta para salir de la habitación.
Simón observó con detenimiento la espalda de Daniela y, antes de que pudiera decir algo, ella se adelantó diciendo: —¿Qué tal? ¿Todo bien durante tu estancia en Valderia?
—Sí, todo bastante bien —respondió Simón, quien había esperado una fuerte reprimenda o un ataque de ira por parte de Daniela. Sin embargo, quedó sorprendido cuando Daniela mostró preocupación por él desde el principio.
Daniela, con pasos cortos y un leve movimiento de caderas, se acercó a Simón. Levantando su brazo, acarició con dulzura su mejilla mientras fruncía los labios y decía con ternura:
—Mírate, durante este tiempo te has quedado tan delgado que da pena verte.
—Espera aquí. Voy a prepararte un plato de fideos con mariscos, y te pondré dos huevos. Necesitas recuperar fuerzas.
Sin decir más, Daniela salió de inmediato de la habitación. Simón dejó escapar un suspiro aliviado y, con una ligera sonrisa, le dijo: