Luego de unos minutos y una merecida ducha, Sophia se dio cuenta de lo que había hecho y el color rojo comenzó a teñir su cara.
– No te preocupes que ya no queda nadie afuera, todos se han ido y Vicente ha impedido el paso a cualquiera que quisiera entrar
Eso en lugar de tranquilizarla le dio aún más vergüenza, ahora era demasiado obvio lo que estuvieron haciendo
– Tranquila cariño que nadie piensa que puedes estar pidiendo que muerda tus senos en la oficina, todos creen que eres demasiado profesional para eso – sonrió, le encantaba molestarla
– ¡Erick! – se tapo la cara con las manos
– No pasa nada cariño, nadie piensa mal de ti y tampoco se animarían a decirlo en voz alta – intentab