Sarah Pierce
La ceremonia de la boda se sintió como una brisa fría.
Mientras el sacerdote dirigía la ceremonia, los fuertes silbidos ocasionales, las toses fingidas y las miradas fulminantes de la pequeña congregación no dudaban en apuñalarme. Intenté ignorarlos, pero eran demasiado molestos y finalmente me distraje.
Por suerte, el sacerdote fue bastante rápido. La ceremonia terminó y por fin respiré bien.
No sabía que mis problemas apenas habían comenzado.
En contra de mi plan de ir a mi habitación con mi hija, me llevaron al almuerzo posterior a la boda, del cual no tenía idea.
Apenas minutos después de empezar a comer, la mesa se convirtió en un purgatorio. ¿Cómo no iba a serlo si mi familia y la de Nathaniel no dejaban de clavarme su mirada feroz?
Ojalá pudiera escabullirme.
Lamentablemente, no pude. Sus ojos estaban demasiado fijos en mí.
Lo único que me alivió la tensión fue la presencia de Raya. Estaba comiendo en la mesa de los niños, no muy lejos de la nuestra. Mientras me co