Querido lobo, ¿eres tú?
Amelia
A pesar de que he intentado ya no pensar más en la posible infidelidad de mi esposo, me es imposible no hacerlo, la imagen de él en ese restaurante discutiendo con alguien se cuela en mi cabeza sin permiso, sé que al igual que yo puedo haber estado en una reunión de negocios, pero algo me dice que no es así. Apenas ha pasado una semana desde que decidimos intentarlo de verdad, con el sexo y con eso otro que aún no hemos definido, como bases fundamentales de nuestra relación, supongo que eso no fue suficiente para él y está bien que suceda ahora, solo ha sido una semana.
No hay nada que se pueda romper.
—Que descanse, señora —dice el chofer cuando bajo del auto.
—Gracias, igual usted. —Respiro hondo e ingreso a la casa, el sonido de mis tacones resuena rompiendo el silencio a medida que avanzo.
Es como si no hubiera nadie en la casa, está vacía. Entro a la habitación agotada mental y físicamente, pero al ver la hermosa caja que descansa sobre la cama recu