La luz del día gris se filtraba a través de las grandes ventanas de la elegante casa de Francesca en Florencia, iluminando con suavidad la habitación. Sin embargo, el ambiente era tenso.
Francesca y Cassandra estaban de pie en medio de la sala, rodeadas de muebles finamente decorados.
—¡No puedes hacerme esto, Francesca! —dijo Cassandra, su voz temblando de inquietud—. Tenemos que ir por Angelo y Antonio. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras Marco planea algo horrible…
Francesca cruzó los brazos, su expresión seria. Su ceño fruncido, mostraban la lucha interna que tenía.
Había hablado con Antonio la noche anterior, y aunque él no le había revelado mucho, su instinto le decía que interferir podría ser un error.
—Cassandra, por favor, escúchame —replicó Francesca, intentando mantener la calma—. Hablé con Antonio. Aunque no obtuve los detalles, él tiene un plan. Interferir ahora podría complicar las cosas.
Cassandra dio un paso hacia ella, su mirada dorada ar