Capítulo quince. Soy el padre de su hija

«Tenemos que hablar…»

«Tenemos que hablar…»

«Tenemos que hablar…»

Tres palabras que se repetían como un mantra en el cerebro de Ofelia, mientras la mano de Luciano sobre su brazo le quemaba como si fuera una brasa caliente destinada a dejar su huella a fuego sobre su piel. Ofelia cerró los ojos, la única vez que él la había tocado, había sido la noche que concibieron a Luciana.

Los ojos negros de Luciano se posaron sobre los cafés de ella y la conexión fue inexplicable, pero tristemente fue tan efímera que no tuvieron tiempo de disfrutarlo porque inmediatamente Ofelia se liberó de su toque.

—Lo siento, pero tú y yo no tenemos nada de que hablar, Luciano —Ofelia temblaba de miedo, pero no permitió que su voz la delatara, le contestó lo más serena que fue capaz.

—Te equivoc

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