Mariela:
—Augusto — miró mi reflejo en el espejo— ¿Quieres casarte conmigo?
Comprimo los labios.
No hay forma en que esto suene bien.
Siempre me sale falso, ensayado. Y así se siente.
Llevo ya un mes siendo su amante a escondidas, y ahora las órdenes que me han enviado han cambiado.
" Haz que se case contigo''.
Ruedo los ojos.
Joder, que fácil es ordenar eso, ¿no?
¿Pero como diablos hago para que suceda?
Augusto:
—Ya está Señor. La fábrica es nuestra.- anuncia mi CFO y me recorre un gran jubiló.
—Perfecto, comiencen a mover los cargamentos a ese sitio.
—Como ordene.
—Te dejo a cargo. No me falles.
Cuelgo, mirando el reloj de mi pulsera.
Son las diez de la noche, mi conejita está por llegar.
Mariela:
Saca una botella, me comenta que vamos a celebrar no se qué, arrastrándome con él y el frío hace que me abrace a mi misma, pero le entrego mi mejor sonrisa cuando se la empina y luego me la ofrece.
—Por nosotros, conejita —brinda, se empina y le arrebato la bebida.
—