74. Una asesina no deja de serlo...
Oliver y André estaban al borde de la desesperación. La furia los impulsó a sujetar al hombre con fuerza.
—¿Qué veneno usaste? —rugió Oliver mientras lo golpeaba, intentando forzarlo a confesar.
—No se los diré —respondió con deleite—. Esta es mi venganza. El Rey Karim verá morir a su amada… y nunca encontrará a sus hermanos. Pasará los años buscándolos en vano, sabiendo que sus cadáveres se pudren en algún rincón de las catacumbas…
Karim sintió la desesperación envolverlo como una sombra. Mantenía a Mariel entre sus brazos, haciendo lo posible por mantenerla consciente. Ella apenas podía respirar. Sus ojos lo miraban con temor, no por la muerte, sino por haber fallado.
—Tranquila, mírame —susurraba él con desesperación—. No dejaré que mueras… te lo prometo.
Ya había perdido a demasiadas personas. No podía perderla también.
Mariel oía las voces como un eco lejano. Todo era confuso, su visión se volvía borrosa, la luz del salón parecía expandirse y perder forma. Luego, solo silencio.
El