44.
Mientras todos estaban ocupados, la carreta con los esclavos avanzaba rumbo al Reino de Vatra. Serena aún no despertaba del hechizo que le había lanzado la reina, y el resto de los esclavos estaban demasiado asustados como para prestar atención.
Ya entrada la noche, los tratantes de esclavos se detuvieron en una posada para descansar. Apenas dieron un poco de agua a los cautivos, y luego los ignoraron el resto de la noche.
A mitad de la noche, Serena por fin despertó. Estaba desorientada, su cuerpo adolorido, y no sabía dónde se encontraba. Intentó moverse y golpeó accidentalmente a alguien más.
—¡Quieta! No hay espacio suficiente para todos aquí —le respondió una voz apagada.
—¿Dónde estoy? —preguntó, aunque su memoria ya comenzaba a entregarle una respuesta amarga: ella conocía muy bien esas jaulas.
—Nos llevan al reino de Vatra. Allí nos venderán a nuevos amos —respondió nuevamente el mismo hombre.
—Pero no entiendo cómo llegué aquí. No debería estar aquí… —Serena no comprendía cómo