44. Padre e hija
― Lamento haberla asustado, Majestad. Con su permiso ― dijo Serena con sinceridad, intentando disculparse con su madre. Lo último que quería era seguir generando enemistades con ella.
Siguió al Rey hasta el salón del consejo. Al llegar, él la dejó pasar primero y ordenó a los guardias que los dejaran solos. Los soldados se miraron entre sí por un momento antes de acatar la orden. Una vez fuera, el Rey cerró la puerta personalmente y le ofreció asiento a Serena.
― No debiste entrar de esa forma al palacio. Le diste un gran susto a mi esposa… y debo decir que también a mí ― comentó con seriedad, pero sin dureza.
― Me disculpo por eso, Majestad ― respondió Serena. No podía mirarlo directamente. Mantenía la cabeza baja y una postura tímida. En parte, por lo imponente que era estar frente a su padre; pero también porque, en el fondo, sabía que estaba actuando mal.
― En parte, la culpa es mía. Matías me ha insistido en que te dé esta audiencia, y no me he tomado el tiempo. Discúlpame por eso