LXIV
—Lástima —contestó de forma feroz poniéndose de pie—, es mi decisión y no me importa si eso te enoja. —Lucyan frunció el cejo y sus ojos parecían arder—. No te estoy pidiendo permiso. Enfádate todo lo que quieras, me da igual cuánto te enoja eso.

—Eso no es estar enojado —murmuró acercándose a ella y por instinto ella se echó para atrás como reflejo, sin notar que quedaba de espaldas contra la pared. Lucyan la había arrinconado, dejándola indefensa contra la pared como sucedió en la gala.

Tenía el codo contra la pared encima de ella, mientras apuntaba el rostro hacia abajo para verla a los ojos. Lo tenía a centímetros de ella, provocando que se le corte el aliento.

»Si estuviera enojado, no sería… tan permisivo.

Se mostraba intenso, algo que ella encontró varonil, en lugar de enojarla; como de costumbre ocurría cuando alguien era así de dominante. Lucyan resguardaba una poca distancia, se veía un destello breve del semblante frío e impiadoso que había tenido cuando se conocieron.

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