Cazando al Ceo.
Cazando al Ceo.
Por: Anne Zamora
Prólogo

New York, octubre del 2021.

Derek Mayeer

—Señorita Julie, por favor, infórmele a Dominico que lo quiero en mi oficina, ¡ahora!— mi tono esta mañana no es amable, estoy a punto de gritar.

—Si señor Derek, cómo ordene—ella responde respetuosamente y cierro la línea de intercomunicación con mi asistente.  Sigo rondando por mi oficina hecho una fiera, esperando el momento que Dominico se decida a honrarme con su presencia. Estoy por demás impaciente y mi hermano se da el lujo de hacerme esperar precisamente hoy. Con esta, ya va la tercera vez que lo llamo en los últimos diez minutos.

«¿Cómo diablos esa mujer lo volvió a hacer?» La duda me martillea en la cabeza.  Me resultaba increíble que estando tan alejada de sus negocios cómo afirmaban en  las noticias, la tal Érika fuera capaz de haberme arrebatado de las manos el jugoso contrato por el que llevaba más de dos meses trabajando sin aliento. Al parecer la organización de su  matrimonio no le quita tanto tiempo como dicen. «Es una Bruja».

Todo mi equipo había sido presionado, trabajábamos a toda prisa, llevábamos días sin dormir y todo para nada. 

El que la competencia nos hubiera ganado, además de tenerme furioso solo aumentaba mis sospechas de tener un espía infiltrado  en nuestras filas. ¡Alguien tuvo que haber vendido mi proyecto!¡Alguien me tiene que haber traicionado!

Por trabajar tantas horas en ese maldito  proyecto tengo mi vida personal patas arriba. Todas las horas en la oficina me hicieron cometer una locura. Aún no puedo borrar las  imágenes de Julie , ansiosa, dispuesta y volteada de espalda enseñándome su glorioso trasero desnudo,  apoyada en mi escritorio mientras que yo me vaciaba en ella como un animal.

«¡Maldita mujer...mil veces m*****a!», no puedo dejar de maldecir a la tal Erika.

—¡Dominico, entra de una buena vez!— trueno  de pie junto a los ventanales. Mi hermano de pie junto a la puerta entra, y cierra la puerta a sus espaldas, se deja caer con desgano en un mullido sofá de cuero.

«Sofá en el que también le hice el amor a Julie», niego con la cabeza intentando apartar a mi secretaria de mi mente.

—¿Para que soy  bueno? — pregunta mi hermano hacienso una mueca que en otro momento me hubiera sacado una carcajada.

—Para mañana quiero toda la información de Erika Camel sobre mi buró. ¿Qué come? ¿Con quién duerme? ¿Si ronca? ¿Qué días no se baña al año? Todo quiero saberlo. Me etas escuchando... T-O-D-O.

—¿Pero qué pasa Bro?, la mujer es de Armas tomar, pero tampoco es para que la espíes.  Desde ahora te puedo decir que te va a gustar lo que vas a ver. Es un genio en los negocios, pero eso no es lo peor... lo peor es que está demasiado buena la condenada— trato de imaginarme a una mujer talentosa y hermosa, pero no puedo... la única mujer que viene a mi mente es Julie Peterson. Ella si está condenadamente buena, tanto que no puede evitar seducirla... o yo me deje seducir, ya no sé ni cómo paso. 

—También quiero que me traigas toda la información que encuentres de Julie Peterson —alegó concentrado en la vista de la ciudad de New York que tengo desde el  piso cincuenta donde se encuentra la presidencia de mi imperio.

—¿De tu asistente?— parece desconcertado y se pasa las manos por el rostro sin dar crédito a mi última orden— Creo que estas paranoico— simplifica poniéndose de pie de un salto.

«Paranoico  no se, ¿pero enamorado?»... estoy comenzando a valóralo.

—Solo has lo que te digo, no hagas preguntas— ordeno y Dominico afirma con gesto exasperado, clásico de él cuando lo dejo fuera de mis pensamientos, resignado se dispone a marcharse.

—Dominico, es con carácter urgente, así que date prisa— le recalco.

Veinte minutos después estoy sentado tras mi escritorio, tratando de adivinar, revisando minuciosamente los informes generales del proyecto. ¿Por qué me ganó esa bruja si todo aquí está Perfecto? ¿por qué su proyecto fue superior al mío? 

Un sutil  toque a la puerta me hace levantar la vista. Presionó el botón bajo el escritorio y la puerta se abre.

Julie Peterson  entra cerrando la puerta tras de sí, tan despampanante que no puedo apartar mis ojos de ella.  Su boca pecadora con ese labial rojo, hace que la polla se me ponga gruesa de tan sólo recordar esos labios carnosos alrededor de mi glande, devorándome con pericia.

Camina segura de si misma, contoneando ese cuerpo de guitarra que Dios le dio y que ella mejoró con horas de entrenamiento.

Rodea mi escritorio y llega  a mi lado, de un solo movimiento aparta los documentos desparramados sobre el escritorio. Se sienta justo frente a mi, abierta de piernas dejándome claro que no lleva ropa interior, y que su visita a mi oficina en ese estado no es casual. Su falda se le sube a los muslos torneados dejándome el acceso a lo que deseo completamente libre.

— He traído algo para calmarlo— susurra coquetamente.

—¿Si? — pregunto mordiéndome el labio inferior y comenzando a acariciar su entrepiernas. No puedo controlarme, de tan solo tenerla cerca me olvido del mundo. Pienso con la polla y no con la cabeza.

—Muéstrame— le digo mirándola a los ojos, ella observa con morbo el rumbo que lleva mi mano arqueándose para recibir mi toque.

—Lo que  te he traído está aquí— le cuesta hablar ya que ha comenzado a gemir al sentir mis caricias. Con ambas manos se abre la camisa marrón que usa hoy y me deja ver el diminuto sostén que usa. A penas cubre su voluptuoso par de tetas, que ella sabe que me enloquece.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo