—¿Qué fue todo eso? —preguntó Harry, acelerando su Audi como si fuera un F1.
Yo buscaba un vuelo nocturno a Filadelfia y tardé un momento en responder.
—¿Recuerdas Kujo, el carroñero…?
—Que liberaste, sí.
Intenté hacerle un resumen de lo que pasara desde que llevara a Kujo a Pennhurst y agregué la noticia de último momento.
—¡Mierda! ¿Crees que le sucedió algo?
—No creo que Brett haya tropezado y caído. La última vez que estuve allí, uno de esos hijos de perra intentó golpearme en la cabeza con una lámpara del techo, así que no dudo que son capaces de empujar a cualquiera.
—¿Y si está herido? No tengo idea si las entidades espirituales pueden lastimarse.
—Sí, pueden. Si lo tocaron, los voy a quemar a todos.
—Ta