No siento nada

Nebraska tuvo que esperar por lo menos dos minutos antes que todo los lobos alfas de aquella sala volvieran a calmarse. Ella había cerrado los ojos en calma, sin dejarse perturbar. Sabía que aquella iba a ser una pelea difícil de ganar pues, después de todo, no confiaban plenamente en su persona. Sintió el peso de la mirada de su esposo más no le respondió. Esto era algo que tenía que hacer le gustara o no por el bien de todos a su alrededor.

Layan por fin puso orden nuevamente y ella abrió los ojos. En sus orbes no había ninguna muestra de que se echara hacia atrás.

-¿Podemos seguir?- les preguntó inclinando la cabeza. Apenas la habían dejado continuar después de que les había pedido su sangre –¿César, pud

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