2 Alejado de mi padre

Subieron al ascensor, Fabrizio abrazó a su padre agarrándose de su cintura y sonrió. Fabián estaba muy enojado, y no podía disimular, tampoco correspondió al cariño de su hijo. 

Cuando llegaron al piso donde se encontraba la oficina, todo estaba solo, no había más almas que las de ellos tres. 

Entraron a la oficina de Fabián, él encendió la luz y cerró la puerta. Luego miró con reproche a Dayanna.

—¿A qué viniste? 

—Sabes perfectamente por qué vine a buscarte. Fabrizio no hace otra cosa que preguntarme cuándo irás a la casa.

Fabián miró al niño, sus ojos ya estaban rojos a causa de su enojo, luego la miró a ella.

—Te dejé bien claras las cosas antes de enviarte a Venezuela. —Ella consternada lloró y le dijo:

—¿Cómo se lo explico a tu hijo? Fabrizio te extraña. 

Fabián se acercó al niño, lo agarró de la mano y lo llevó afuera, lo sentó frente a un escritorio de las secretarias, le dejó una hoja en blanco y varios marcadores.

—Haz lindos dibujos mientras tu madre y yo hablamos.

El niño se quedó aparentemente tranquilo dibujando, pero sabía que su padre estaba enojado y su madre triste, aunque era muy inocente aún para comprender lo que estaba sucediendo y que él era producto de una aventura amorosa de su padre.

Fabián cerró la puerta de su oficina, el niño se puso de pie y caminó hasta que llegó a la puerta, se acercó a una ventana que estaba abierta por un lado, la persiana que colgaba no permitió que sus padres se percataran que él estaba allí observándolos.

—Debes resolverlo, ya te di suficiente dinero para criarlo.

—Fabrizio es muy pequeño, ¿Cómo se supone que debo explicarle que su padre ya no desea verlo? —Fabián frunció los labios.

—Mi matrimonio pende de un hilo ¿y tú llegas hasta aquí solo para decirme que Fabrizio no lo entiende? 

—No lo entiende, es muy niño para comprender que su padre lo abandonó porque prefiere a sus otros hijos. —Fabián lanzó todo lo que tenía a su alcance en el escritorio y alzó la voz

—¿Y qué pretendes, ? ¿Que deje abandonados a mis cuatro hijos legítimos y a mi esposa y me vaya contigo?

—Solo te pido que no abandones a Fabrizio, él tiene derecho de tener cerca a su padre.

—Seguiré siendo su padre.

De pronto el niño escuchó que las puertas del ascensor se abrieron, naturalmente volteó a mirar y vio que de este bajó esa elegante mujer llamada Inés que lo miraba de forma despectiva.

Ella lo agarró del brazo y lo alejó de la ventana.

—¿Qué haces escuchando lo que habla la gente adulta? mocoso mal educado.

Fabrizio salió corriendo y se apartó de la mujer, fue al escritorio, tomó los marcadores y comenzó a colorear.

Inés se acercó a la ventana de la oficina de Fabián a escuchar la discusión, Fabrizio la miró y notó que sus labios se arquearon hacia arriba, Inés sintió satisfacción porque su esposo estaba tratando a Dayanna tal y como ella lo deseaba. 

—¿Cuántas veces al año se supone que irás a verlo? No debiste enviarnos a Venezuela, podemos vivir aquí, tú puedes continuar ci. tu esposa… te prometo que no te voy a molestar.

—Te envíe a Venezuela porque si estás cerca mi esposa se divorciará de mí y lo sabes.

—Lo sé, sé muy bien que esa mujer que ahora llamas esposa te pidió que nos abandonarás, es por esa bruja que ahora no amas a tu hijo.

—Mañana mismo regresarás a Venezuela y no quiero que vuelvas a poner un pie en esta ciudad, la próxima vez juro que te quitaré a Fabrizio y no volverás a saber de él. Sabes que lo haré

Fabián abrió la puerta y vio a Inés, la miró con reproche.

—¿Por qué no estás en el auto?

—No podía quedarme sabiendo que estás con esa.

Dayanna salió de la oficina con su rostro lleno de lágrimas, sollozando se acercó al niño, lo agarró de la mano y se fue hacia el ascensor.

—Vámonos hijo, tu papá no nos quiere. —Con una voz ronca Fabián le dijo:

—No le digas que no lo quiero. —Inés miró al niño, luego a Dayanna.

—Es una desvergonzada que solo utiliza a su hijo para beneficiarse ella y para intentar amarrar a un hombre casado.

Dayanna puso una expresión cargada de maldad en su rostro y se acercó a Inés con el niño.

—No sabe el daño que le está haciendo a Fabrizio, no tiene la más mínima idea de cuanto sufre desde que usted hizo que Fabián lo abandonara —Puso una malévola sonrisa —. Pero algún día se va a arrepentir —Se inclinó y le agarró la cara a Fabrizio y levantó su quijada—. Mira su carita, míralo bien —Lo acercó más a Inés —. Que se te grabe bien el rostro de esta inocente criatura, porque algún día te vas a lamentar hasta morir por haberlo apartado de su padre.

Inés se quedó en silencio algo consternada, porque la forma como Dayanna le dijo esas cosas de algún modo le produjeron cierto temor.

Dayanna miró a Fabian con reproche, luego subió al ascensor y se marchó con su pequeño.

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