Mary. 3.
Despierto sudorosa, tengo mucho calor... Abro los ojos y veo que tengo un brazo suyo y una de sus piernas por encima de mi cuerpo.
Cómo puedo me lo quito de encima. Esto es vergonzoso voy a intentar borrarlo de mi mente.
Me levanto y entro en el baño, una vez he terminado escucho pasos en la habitación, coloco mi bata y vuelvo a la cama.
El se está vistiendo, no puedo ver mucho pero sí su espalda ancha y musculosa. Esa visión despierta en cosquilleo en mi estómago.
— Baja a desayunar temprano a mis padres les agradas, aunque desconozco la razón—
— Que usted no me soporte no significa que todo el mundo lo haga! Ni siquiera me conoce y ya me esta juzgando— respondo acalorada y de manera rápida.
El se voltea sonríe y niega con la cabeza para después salir de la habitación.
Señor mío voy a tener que buscar a un sacerdote para confesar todos mis pecados, nunca en toda mi vida había pensado tantas maldiciones y menos las había verbalizado.
Me levanto cuando Lucía toca a la puerta, hoy no te