Capituló final

Junto con Mayelin, fijamos una fecha para nuestra boda. Sin embargo, el obstáculo llamado Kendall y su astuto padre, Michael Smith, persistía. Harto de jugar a la defensiva, decidí que era el momento de deshacerme de ambos antes de que pudieran actuar. Justo cuando estaba indeciso sobre cómo abordar este problema, una llamada de Mayelin cambió la perspectiva.

La dulce voz de Mayelin al otro lado del teléfono resonó con angustia mientras lloraba. "Hola Alessandro, tengo un problema", sus palabras resonaron en mi mente. "Mi madre ha sido secuestrada", reveló. Una mezcla de preocupación y determinación se apoderó de mí al escuchar su voz temblorosa. "Está bien, déjalo en mis manos", le aseguré antes de cortar la llamada, consciente de que esta situación sería mi oportunidad para lidiar con los Smith de una vez por todas. Una parte de mi sabía que se trataba de Kendall.

Con el corazón latiendo con urgencia, reuní a mis hombres para confirmar la conexión entre el secuestro y la familia Smith. La investigación no tardó en dar sus frutos, y la confirmación de que Kendall y su padre, Michael Smith, estaban detrás del rapto de la madre de Mayelin agitó las aguas. La ira y la determinación se mezclaron en mi interior. Aquella llamada no solo era una angustiosa revelación, sino también la pieza clave para desentrañar el enigma que me rodeaba. La decisión de actuar se fortaleció, y el enfrentamiento con los Smith se volvía inevitable.

Pero, ¿quienes eran mis hombres?

Después de un segundo encuentro con mi padre, obtuve los recursos necesarios. Una tarjeta proporcionada por él facilitó la adquisición de armas y la contratación de hombres bien entrenados. Sin embargo, sabía que Michael Smith requería una atención más personal. Así que, junto con mis hombres, incluido Yamaguchi, nos infiltramos en su casa, con la firme intención de eliminar cualquier amenaza que se interpusiera en nuestro camino.

Nuestra entrada a la casa de Michael fue sigilosa. Los guardias cayeron en silencio bajo la sombra de la noche. Kendall, al vernos, emitió un grito desesperado. "Soy un diablo, y vine por ti, demonio", pronuncié antes de poner fin a su presencia en este mundo. La entrada apresurada de Michael nos llevó a un enfrentamiento directo. "No te acuerdas de mí", le recordé antes de tomar medidas más drásticas. La venganza estaba en marcha, y las últimas palabras de Michael resonaron en el aire antes de que se desvaneciera en la oscuridad.

Convertirme en un asesino no fue una elección fácil, pero la seguridad de Mayelin estaba en juego. A medida que mi mirada se posaba en los cadáveres a mis pies, la ansiedad se apoderaba de mí. Sin embargo, la determinación de proteger a mi esposa superaba cualquier rastro de remordimiento. La decisión de eliminar los cabos sueltos estaba tomada, aunque el precio personal a pagar comenzaba a pesar sobre mis hombros.

Los informes de mis subordinados confirmaron que la madre de Mayelin fue encontrada. Atada y demacrada, pedí a mis hombres que la liberaran. Su rostro reflejaba el agotamiento y el sufrimiento. A pesar de su estado, la soltura de sus ataduras la dejó en un estado de shock. Me marché de la casa sin mirar atrás, dejando que mis hombres limpiaran cualquier rastro de nuestra presencia.

En mi habitación, me enfrenté a la realidad de lo que había hecho. La sangre en mis manos y las caras de los hombres que había matado atormentaban mi mente. La ansiedad y la tristeza me consumían, pero sabía que debía seguir adelante. La redención se convirtió en mi nuevo propósito, y con el dinero que tenía, traté de compensar mis pecados financiando orfanatos y hospitales. Aunque la sombra de mis acciones seguía presente, la esperanza de un futuro mejor persistía.

El día de nuestra boda finalmente llegó, envuelto en la luz de la felicidad que tanto anhelábamos. Todo en esa habitación parecía perfecto: los invitados, entre ellos miembros de los Hunters, los Smiths y la familia Aiken, junto a la reconciliación de las familias Wilson y Hunter, marcaban un nuevo capítulo de paz tras una década de conflictos. Pero mientras me paraba frente al altar, una inquietud crecía en mí. La ausencia de Mayelin se volvía palpable, y la preocupación de que descubriera mi oscuro pasado amenazaba con empañar nuestro día soñado.

Mayelin finalmente apareció, radiante y feliz. Las niñas lanzaban flores mientras avanzaba hacia mí. La ceremonia comenzó con una mezcla de emociones, y las palabras del padre resonaron en el aire. El intercambio de votos y el beso ante los aplausos de los invitados sellaron nuestro destino. La dicha momentánea de estar con Mayelin eclipsó momentáneamente el peso de mis pecados. Sin embargo, mientras intercambiábamos miradas llenas de amor, la dualidad de mi existencia persistía.

Después de la ceremonia, el peso de mis acciones se hacía más evidente. Las risas y la celebración se mezclaban con la tensión interna. La seguridad de Mayelin estaba asegurada, pero mi alma aún llevaba la carga de mis decisiones. Mientras los invitados disfrutaban de la fiesta, yo me retiré a la periferia, reflexionando sobre cómo reconciliar mi oscuro pasado con el futuro que se desplegaba ante nosotros.

Mayelin se acercó, notando la sombra que se cernía sobre mí. "Alessandro, ¿estás bien?" preguntó con preocupación. Le sonreí, ocultando mis tormentos. "Estoy bien, cariño, solo reflexionando sobre lo afortunado que soy de tenerte a mi lado". Mis palabras eran una promesa de protección, pero la verdad persistía bajo la superficie. La noche continuó con bailes y risas, pero mi mente seguía atormentada por la necesidad de redimirme por completo.

Seis meses después de nuestra boda, la vida avanzaba. Habíamos construido nuestro hogar y la paz reinaba en nuestras vidas. Sin embargo, la búsqueda de redención no cesaba. Con el dinero que poseía, intensifiqué mis esfuerzos benéficos, apoyando causas que mitigaran el sufrimiento que yo mismo había infligido. Aunque la sombra de mis pecados persistía, cada acto de bondad era un paso hacia la luz.

El amor de Mayelin fue mi ancla en medio de la tormenta de mi propia creación. Aunque el camino hacia la redención era largo, la esperanza de un futuro mejor se mantenía viva. Con cada día que pasaba, me esforzaba por ser el hombre que ella merecía, y aunque la oscuridad de mi pasado aún estaba presente, la luz de nuestro amor iluminaba el camino hacia la redención completa.

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