Esto que está sucediendo lo estoy haciendo en contra de mi voluntad y no lo estoy haciendo porque es lo que más deseo en este mundo. Y es que Alicia descubrio donde había sido llevado el idiota de Arthur, y ahora nos encontrabamos en frente de su puerta de habitación.
— ¿Estás listo? — Me pregunta Alicia, quien llevaba un ramo de rosas en sus manos.
— ¿Tengo otra opción?
— No, ahora abre la puerta. — Ordena.
— Te debo recordar que soy yo quien da las órdenes.
— Esto no es una lucha de poder. — Ella me mira con cara de pocos amigos.
Sentí inevitablemente como mis manos comenzaron a sudar, así que me interpongo en su camino y la tomó de la nuca y estampo mis labios sobre los suyos demostrando quien tenía el poder. Alicia soltó un gemido y eso definitivamente me encendió, mis manos volaron de inmediato a su trasero para pegarla aún más a mi cuerpo.
— Espera. — Alicia se separa rápidamente de mí. — No puedes tocarme hasta que hagas lo prometido.
— Amor. — Hago un puchero co