—Señor, si no se trata de una deuda monetaria, entonces, ¿es una deuda de amor? Veo que usted es tan amable con esa señorita que no se enfada cuando le da una patada.

Arturo, sin ocultar su afecto por Zorrita, contestó, —Has acertado. Sí que me gusta, pero por desgracia la conozco desde hace tres o cuatro meses y ni siquiera sé su nombre ni su número de móvil.

—Señor, ¿está de broma? Usted no sólo es nuestro jefe, sino también el cuarto hijo de la familia York. Cuántas muchachas lo han intentado todo para casarse con la familia York.

—¿Cómo es posible que no le guste a esa chica? Ni siquiera dispuesta a decirle su nombre con tanto tiempo conociéndola.

—A menos, que no sea una mujer normal o esté casada.

—Señor, ¿le gustan las mujeres? ¿Será lesbiana?

Arturo fulminó a la secretaria y dijo con disgusto, —Me parece que tú eres la lesbiana. Es imposible que sea lesbiana.

Zorrita no debería estar casada.

Sin embargo, Arturo no sabía exactamente si tenía novio o no.

¿Tendría ya a alguien que