Al escuchar a Javier, Teresa y José también volvieron sus ojos hacia él.
Ana sacudió la cabeza y le dio una caricia en la cabeza a Javier.
—No es nada, solo tuve una mala noche. Deja de preocuparte tanto y asustarte a cada rato.
—¿De verdad?
Javier abrió los ojos de par en par, estudiando la cara de Ana en busca de alguna pista.
Al sentirse observada de esa manera, Ana comenzó a ponerse nerviosa. Los ojos de este chiquillo eran muy parecidos a los de Lucas, poseían una penetración que parecía atravesar el alma.
Ana rápidamente se dirigió a la cocina y tomó una bebida fría, interrumpiendo la serie de preguntas de Javier.
Una vez que su estado de ánimo se calmó un poco, Ana salió y tomó la iniciativa.
—Come bien, en un rato los llevaré a la escuela y luego iré a trabajar. No quiero llegar tarde, así que no desperdicien tiempo.
Al ver a Ana tan seria, Javier encogió el cuello y no hizo más comentarios.
La familia de cuatro comió su desayuno en silencio cuando sonó el ruido de un auto esta