Estos días, Lucío no había tenido ni un momento de respiro. Hoy, por fin, había logrado realizar las cirugías pendientes para esos casos difíciles, liberándolo para contactar a Javier. Aunque Ana sólo había estado fuera unos días, se sentía como si hubieran pasado años. Añadido a esto, había estado trabajando horas extras para finalizar sus responsabilidades. Justo cuando pensaba descansar, el pequeño entró con cara de tristeza buscándolo para desahogarse. Lucío se asustó:
—¿Qué sucede, Javier, ha pasado algo?
Javier reflexionó un momento, luego le explicó a Lucío todo lo que había ocurrido. Lucío no podía creer lo que estaba pasando con Ana, lo que le causó una gran preocupación. Rápidamente intentó tranquilizar a Javier:
—No es tu culpa. Creo que alguien está manipulando la opinión pública. No debes preocuparte, dile a tu mamá que no haga nada precipitado, yo vuelvo enseguida.
Al escuchar que Lucío regresaría, Javier asintió rápidamente:
—Entendido, te esperaré.
Lucío rápidamente col