Después de que Karla se fue, Ana se quedó sola sentada en la silla, aburrida y tomando sorbos de champán. Mientras bebía, de repente sintió una sensación incómoda que le invadía, un ligero dolor en la parte baja del abdomen y una oleada de calor subiendo a su cerebro. Las personas con las que conversaba empezaron a verse borrosas.
—¿Qué me está pasando?... — Ana se tocó la mejilla y la frente, sintiendo un calor sorprendente.
¿Sería que hacía mucho tiempo no bebía y se había emborrachado con el champán?
La sensación de malestar en Ana se intensificaba cada vez más, y lentamente se levantó, pensando en buscar un lugar para descansar. Sin embargo, después de dar unos pasos, se sintió inestable. En ese momento, un camarero que estaba detrás de ella se acercó y la sostuvo.
—Señorita, ¿está usted bien? Parece pálida, ¿quiere que la lleve a descansar? —dijo el camarero.
—Sí, por favor, ayúdame... —Ana, con la voz débil y mareada, casi se apoyó completamente en el camarero.
El camarero la lle