El auto avanzaba lentamente en la oscuridad, con solo sus faros rasgando la negrura. El ambiente dentro del estrecho habitáculo era asfixiante.
Ana, sin darse cuenta, inclinó su cabeza hacia un lado y cayó en un sueño profundo. Sería más acertado decir que había caído en un estado de inconsciencia. Desde la mañana, no había comido ni bebido, y había pasado por demasiados acontecimientos: ser descubierta en una infidelidad, llevada a este lugar, informada de que se separaría de sus dos hijos, y casi mordida por un lobo. Tantas cosas habían ocurrido en un solo día que la dejaron física y emocionalmente agotada.
Lucas notó la respiración tranquila a su lado. Viendo que Ana parecía estar sumida en un sueño profundo, instintivamente quiso ajustar su cabeza para que no descansara contra la ventanilla del auto en movimiento. Pero, de inmediato, consideró su acción absurda. Retiró la mano como si hubiese tocado una corriente eléctrica.
De repente, Lucas se rio de sí mismo con sarcasmo. Esta mu