255. Una pista
Stefanos
La habitación estaba sumergida en un silencio sagrado, interrumpido solo por los suaves sonidos de su respiración... y los pequeños ruidos de Kiara mamando con una concentración feroz.
Nuria estaba recostada en la cama, con el cabello recogido en un moño descuidado, los ojos pesados, pero llenos de brillo. Había algo en ella ahora... diferente. Una nueva luz. La luz de la maternidad.
Y Kiara... Mi hija. Mi heredera. Mi mundo entero encogido en poco más de tres kilos y medio de pura intensidad.
Apoyé los brazos en el respaldo del sillón al lado de la cama y me quedé allí. Simplemente... mirando.
"Me miras como si hubieras descubierto la octava maravilla del mundo", susurró Nuria, con esa sonrisita cansada y cómplice.
"No es la octava. Es la primera. Y está aquí frente a mí". Toqué su pierna, deslizando mis dedos suavemente. "Ustedes dos... son todo".
"Entonces, ¿es así? ¿Vas a babear hasta que tenga edad para pedirte que dejes de avergonzarla delante de sus amigos?".
"Con toda