“No hay acción o gesto más grande y genuino que este, recibir la Chispa de alguien como regalo. Ese acto altruista y voluntario desbloquea la magia, solo hacen falta las palabras e intenciones adecuadas”
Fragmento del tema dos de: Unión de Chispas,
Vínculos y Regalos Mágicos entre Almas Heladas.
Por Lady Eira Lindgren.
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En el centro de la vivienda, la fogata arrojaba sus lenguas de fuego para abrazar y calentar el caldero de hierro. Los utensilios de cocina colgados a un lado también recibían su resplandor y absorbían algo de calor por lo que la anciana tenía que usar unos guantes para no quemarse, hace ciclos su yo más joven podría haber resistido ese calor sin problemas. Pero el tiempo la había debilitado.
Aunque no lo quisiera los hombros de la mujer mayor se encorvaban para delante, su rostro estaba muy arrugado y el cabello gris le llegaba hasta la mandíbula. Quizás ya no tuviera la movilidad de antaño, aunque cuando el tiempo quita algo también entrega otra cosa; con el paso de los ciclos ella fue perfeccionando más y más su capacidad de cocina. Todo a prueba y error.
Si uno saliera al exterior se daría cuenta que la brisa se volvió nocturna y su nieto salió a trabajar cuando acababa la brisa matutina, lo que significaba que ya hace mucho se había marchado. –De seguro va a llegar muy cansado, espero que al menos llegara a conseguir el mínimo necesario. –Caminando a paso lento ella se acercó a una caja de madera llena de bolsas a un lado de la fogata, tomó una para abrirla, con su otra mano enguantada corrió la tapa del caldero y arrojó un poco de sal dentro para darle más sabor.
Acto seguido volvió a cerrar el caldero y movió un pequeño banquito a un costado para subirse encima, en la viga de madera sobre su cabeza colgaba el pescado que Kari consiguió el otro soplo pero le faltaba algo de estatura para conseguirlo. Una vez pudo agarrarlo lo bajó y llevó a la mesa para cortarlo y preparar las partes que metería en la sopa que estaba haciendo.
Entonces fue que lo escuchó, entre el crepitar de la fogata sus viejos oídos le permitieron sentir los fuertes pasos del exterior ¿fuertes? <¿Por qué viene corriendo?> Ella conocía muy bien ese tipo de pasos, los escuchó demasiadas veces en el pasado, pensando que algo malo le ocurrió a su nieto detuvo por un segundo lo que estaba haciendo.
El sonido de los pasos de Kari y Magnus aumentaban cuanto más se acercaban, hasta que por fin llegaron. La puerta se abrió de golpe, la anciana pudo notar una figura distorsionada ya que tenía en frente el humo del fuego que subía hasta irse por la claraboya del techo. Se hizo a un costado para verlo mejor a la par que él también se le acercaba, pudo notar que no estaba solo, cargaba a alguien entre sus brazos.
No se detuvo a saludarla y darle un beso en la mejilla, sino que el iris blanco de sus ojos celeste se le clavó en el rostro rogando de ayuda, no le hizo falta que el viento le llevara las palabras para entenderlas. A pesar de que solo vivían dos personas y un lobo, allí había dos largos bancos de madera como para una familia entera, por la brisa nocturna Kari los usaba como su cama pero ahora serian una camilla de emergencia, donde su nieto dejó a alguien realmente mal herido.
El campesino se hizo a un lado y dejó que su abuela se acercara para poder tratarlo. –¿Puedes salvarlo? –preguntó con un tono agitado. Ella ya llevaba lo suficiente viviendo con su nieto como para conocerlo, ese tono de su voz no era la preocupación de una posible vida perdida sino de recordar su oscuro pasado.
Ella lo observó por un segundo. –Voy a hacer todo lo que pueda. –No se puso a perder el tiempo haciendo preguntas sobre lo que ocurrió, quien era esa persona o como la encontró; ella haría eso luego de acabar su trabajo y solo si la otra parte quería responderlas.
La mujer mayor notó la carretilla improvisada con la que su nieto pudo traer al herido. –Necesito que me saques unas maderas de ahí, así puedo inmovilizar su pierna rota. –Kari asintió con la cabeza y al instante fue a hacerlo, Magnus seguía atado al vehículo y comprendiendo la situación se quedó quieto para no retrasar el pedido de su compañero–. Cuando acabes también voy a necesitar que muevas su pierna en la posición correcta. –Lamentablemente ella ya había perdido la fuerza para poder hacerlo por sí misma.
A la par que el nieto hacia eso su abuela se fue rápido a su habitación, de allí trajo una caja llena de material médico. Sacó unas vendas de tela de su interior y las enrolló alrededor de la pierna con las tablas de madera, la ajustó lo más que pudo para que las tablas sirvieran como apoyo. Ella sabía que lo siguiente que debía hacer era detener la pérdida de sangre, le indicó a su nieto que rompiera la ropa del muchacho para que pudiera trabajar. Al hacerlo ella se percató de que su cuerpo era más ectomorfo, delgado e incluso un poco más alto que Kari.
Justo como sospechaba la piel blanca de la víctima estaba manchada de sangre, tenía varias partes moradas y heridas que parecían profundas. Ella usó el agua que tenían guardada para sacar la sangre del torso y luego de la caja sacó el ungüento medicinal para pasarlo por las heridas, de esa forma podría evitar infecciones y aumentar su recuperación. Como último para intentar detener la pérdida de sangre hizo presión directa con unas telas, enrollándolas en varias partes alrededor de su pecho, sus brazos y una en la frente para la herida de la cabeza.
Cuando por fin lograron acabar después de un largo rato la abuela se sentó agotada sobre el banquillo de madera, no pudo evitar sacar una sonrisa. –No hacía esto desde hace ciclos, pero aún tengo el toque –dijo muy complacida por el resultado.
El nieto, con una piel gris comparable al cabello canoso de ella, se sentó en el suelo a su lado, Magnus supo que el ajetreo había pasado y fue a acompañarlo también. –Sé que fue muy de imprevisto pero muchas gracias. –A la par el lobo se acostó a su lado, apoyándole la cabeza sobre las rodillas y Kari aprovechó para desatarle el cinturón alrededor del cuello.
Su abuela se quedó observando al paciente, estaba en la camilla al otro lado de la fogata, por lo que el fuego, el caldero y el vapor le cubrían parcialmente la vista. Después de apreciarlo un rato volvió a observar a su nieto de otra especie. –No, no. En serio muchas gracias a ti.
Kari bajó la cabeza al suelo, cubierto de alfombras hechas de tela de oveja, aunque ahora lo hacía para marcarle algo bueno. –Fue solo una vida.
–Una a la vez, todo suma.
De repente un peculiar olor llegó a su nariz. –¿Estabas haciendo sopa de pescado?
Aquellas palabras fueron como una alarma de advertencia que hizo que la anciana se levantara al instante de su efímero descanso. –Cierto, cierto. Espero que no se me haya quemado. –Fue a revisar el pescado y los demás ingredientes que metió a calentar.
–Con tu capacidad de cocina creo que aunque se te quema seguirá sabiendo espectacular.
–Oh querido, solo dices eso porque sabes que es verdad –comentó ella tomando un cucharon de hierro y dándole un sorbo–. Ten, pruébala y dime como esta.
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La brisa nocturna seguía avanzando, después del largo soplo que tuvo Kari ya se sentía agotado. Cuando terminó de lavar dejó la última cuchara junto a los demás cubiertos y platos sobre un repasador secándose cerca del fuego. Sus puntiagudas orejas se hicieron para abajo cuando un bostezo lo tomó con la guardia baja, estiró sus brazos y observó como a un costado del fuego estaba Magnus de pie. –¿Estas impaciente? –Se percató, pero la verdadera pregunta era el porqué de eso.
Comprendiendo sus palabras el lobo gris y blanco giró su cabeza para señalar con el hocico al intruso de la casa, el humano que parecía descansar con dolor en los dos bancos de madera que se supone son su cama por la brisa nocturna. –Ahhh, lo siento mucho pero hoy nos tocará dormir en el suelo me parece.
Magnus no tuvo reparos en mostrar sus colmillos afilados y fruncir la nariz, lanzaba una clara amenaza al intruso pero rápidamente Kari lo detuvo. –Eh, no. Fue muy agotador salvarlo como para que lo mates por un capricho.
La casa no era muy grande, su forma era la de un rectángulo y tenía solo una habitación extra a un costado que le daría la forma de una L dada vuelta. Ese lugar extra fue a donde Kari ingresó, hizo para un costado el pelaje de yeti que funcionaba como puerta y entró al cuarto de su abuela. Ella ya se encontraba cómoda y bien acostada sobre la cama llena de telas de lana. –Con permiso –dijo dirigiéndose a un costado para tomar las sábanas y telas que debería usar para los bancos que formaban su cama.
–Si puedes por favor dale uno a nuestro paciente para que pueda taparse.
–Está bien, que tengas buenos sueños abuela.
–Igualmente.
Kari volvió a salir del cuarto, sabía que su abuela no le pidió directamente darle una sábana porque ya era mucho que el paciente le estuviera usando la cama <Ya fui bueno así que terminemos este soplo siendo buenos también> dejó las sábanas sobre el suelo a un lado de la fogata pero tomó una para tapar a su paciente del otro lado del fuego.
Al acercarse se dio el lujo de analizarlo con más detenimiento, las veces que había visto a humanos con el torso descubierto era después de peleas callejeras o cuando les robaban o robaba las ropas caras de abrigo que llevaban en los callejones. Debido a eso se le hacía un poco extraño presenciarlo ahora, el humano era algo delgado y sin mucha musculatura <No sobreviviría una semana en los callejones de la ciudad ¿sobrevivirá a esto?>.
No estaba acostumbrado a ver humanos tan débiles y desprotegidos, este en particular tenía ahora muchas vendas cubriéndole los brazos y tronco, por un segundo le vio las tetillas y luego el ombligo antes de por fin decidirse en taparlo con la sabana. Kari recordó el rostro de sufrimiento de este joven cuando lo encontró, ahora parecía alguien muy diferente, dormía más plácidamente y su respiración y cuerpo no estaban tan acelerados.
Recordó las palabras que su abuela le dijo mientras comían. –Si tiene un buen sistema inmune sobrevivirá. –Luego de eso rodeó la fogata para regresar al otro lado, las sábanas que normalmente prepara en los dos bancos unidos ahora las preparó en el suelo. En teoría tendría que ser lo mismo así que agarró la almohada y se acostó, ni lento ni perezoso Magnus se apresuró en acostarse a su lado y después Kari corrió las otras sabanas para que se taparan bien.
El lobo soltó un particular sonido de su boca. –Gracias, espero que también descanses bien–contestó el campesino.