Liam la observa con una mezcla de paciencia y diversión. Sus golpes no le duelen, pero su actitud sí logra revolver algo dentro de él. –Amara, haz silencio y déjame llevarte a casa en paz– dice con firmeza, intentando calmarla sin alzar la voz.
–No quiero. Déjame aquí y tú vete con esa zorra de Kate – escupe Amara, con la voz temblorosa, empujándolo con fuerza. Sin embargo, Liam no se mueve ni un centímetro. Su mirada se oscurece, y un músculo en su mandíbula se tensa.
—¿Acaso no entiendes que no siento nada por Kate? —exclama Liam, con frustración. Se pasa una mano por el cabello, intentando encontrar la calma que Amara le arrebata con cada palabra. –Ella es solo mi amiga.
—No me interesan tus mentiras —espeta mientras cruza los brazos sobre su pecho, endureciendo la mirada. — Déjame en paz, Liam. Quiero irme, quiero olvidar esta conversación… y, sobre todo, quiero estar con otro hombre.
Las palabras caen como un golpe certero en el rostro de Liam y por un instante, su expresión