Liam enciende el auto y se sumerge en el tráfico nocturno. El silencio entre ellos es denso, cargado de pensamientos no dichos. Amara mira por la ventanilla, su reflejo distorsionado en el cristal. Él mantiene la vista fija en la carretera, con el ceño ligeramente fruncido. No sabe qué es peor: el incómodo mutismo o la creciente sensación de que esto no terminará bien.
Quince minutos después, el motor se apaga frente al bar. Amara suelta un suspiro y baja, sintiendo el aire nocturno acariciarle la piel. Liam la sigue, manteniéndose a su lado, alerta. La música vibra desde el interior, y las luces de neón parpadean sobre el letrero de la entrada. Avanzan entre las mesas hasta donde los amigos de ella los esperan.
–¡Amy, llegaste! –exclama Jazmín, abrazándola con entusiasmo antes de posar sus ojos en Liam. – ¿Y este bombón? – pregunta con una sonrisa traviesa.
–Él es… –Amara vacila un segundo antes de responder, sintiendo una punzada de celos al notar cómo Jazmín lo mira. – Es com