Fueron suficientes esas palabras para que Lucía se levantara de su lugar mientras la mujer que estaba s u lado y que había recibido a los hombros, los ojos se le hicieran más grandes. Bien se decía que la gente de dinero era la que más secretos tenía y la que más cosas malas hacía es solo que ella no pensó que toda la roqueza de los Vital viniera por el narcotráfico.
— ¡¿Qué? Eso no puede ser cierto! —Dijo Lucía l mismo tiempo que lo hacía su hijo.
— ¿De qué me están hablando? —Alejandro habló.
—Por favor, señor Vital, venga con nosotros.
— ¡Es que no voy a ningún lado, yo no he hecho nada! —Intentó gritar.
— ¡Por favor, señor no se resista, todo lo que haga o diga puede usar usado en su contra! —Dijo el fiscal mientras hacia que los otros dos hombres se preparaban con las esposas.
— ¡Mi hijo no va a ir a ningún lado!
Cansado el fiscal de que Alejando se impusiera, mandó a sus hombres a tomarlo.
— ¡Hey, suelten a mi hijo! —Gritó Lucía mientras los policías tomaban preso a Alejand