NO TENGO UN HERMANO.

NO TENGO UN HERMANO.

La advertencia del anciano del consejo colgó en el aire, Sedrik apenas le dedicó una mirada de desprecio antes de volver su atención al amuleto. Las runas, que habían girado con una energía frenética, de repente se detuvieron, y el suelo tembló bajo los pies de todos. Una serie de cámaras de piedra, hasta ahora ocultas por la tierra y las raíces, comenzaron a abrirse una tras otra, como si fueran las puertas de un antiguo reloj, despertando con cada tic-tac. Todos miraban, hipnotizados por el espectáculo. La última cámara se abrió con un sonido sordo, y allí, en un lecho de musgo antiguo y polvo de siglos, descansaba un amuleto en forma de pluma dorada. Emitía un resplandor cálido y pulsante que iluminaba el templo con una luz sobrenatural.

Sebastián sintió una atracción hacia el amuleto, como si una fuerza invisible lo llamara. Todas las criaturas de los siete reinos vivían dentro del amuleto, ojos reflejaban y sus siluetas se veían a través del resplandor. Era c
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