El sol italiano ya estaba alto cuando abrí los ojos, rayos dorados atravesando las cortinas entreabiertas. Mi mano instintivamente tanteó el otro lado de la cama, encontrando solo la sábana fría. Christian se había ido.
En la mesita de noche, un pedazo de papel elegantemente doblado llamó mi atención. Reconocí inmediatamente la caligrafía precisa de Christian:
"Tuve que resolver algunos asuntos en la vinícola. Regreso para el almuerzo. Siéntete libre de explorar la propiedad. Lucia estará disponible para cualquier cosa que necesites. - C."
Suspiré, una mezcla de alivio y decepción. Después de la noche anterior, no sabía exactamente cómo enfrentar a Christian a la luz del día. Nuestra casi-intimidad en los viñedos, seguida de la turbación en la cocina y esa promesa velada... era demasiado para procesar.
Me levanté y tomé una ducha larga, dejando que el agua caliente relajara mis músculos tensos. Me puse un vestido ligero de algodón —afortunadamente, había traído varias opciones de Milá