~ BIANCA ~
Todo estaba oscuro. Cálido. Confortable.
Entonces, lentamente, la oscuridad comenzó a disiparse en los bordes, como tinta disolviéndose en agua. Abrí un ojo, solo uno, probando si el mundo todavía existía del otro lado de mis párpados. La luz era suave, amarillenta, nada agresiva. Animada, abrí el otro ojo.
El techo blanco giraba levemente, o tal vez era yo quien estaba girando. No estaba segura. Parpadeé algunas veces, intentando forzar al mundo a quedarse quieto, a tener sentido.
Fue entonces que percibí: me estaba moviendo. No, no exactamente. Estaba siendo cargada.
Brazos me sostenían, uno bajo mis rodillas, otro apoyando mi espalda. Brazos fuertes. Muy fuertes. Inconscientemente, mis ojos se deslizaron hacia abajo, a aquellos antebrazos expuestos donde las mangas de una camisa de franela habían sido enrolladas hasta los codos. La piel era levemente bronceada, con aquel tono dorado que viene de horas al sol, no de máquinas de bronceado artificial. Pelos oscuros y finos