Los pasillos de piedra parecían infinitos mientras Christian me guiaba a través de una parte de la propiedad que no conocía. Con cada paso, el aire se volvía más fresco, el silencio más denso. Mi respiración había vuelto a la normalidad, aunque las lágrimas secas aún dejaban marcas en mi rostro.
"¿A dónde vamos?", pregunté finalmente, mi voz resonando ligeramente en las paredes de piedra.
"A mi lugar favorito en toda la propiedad", respondió, sin soltar mi mano.
Bajamos por una escalera circular de piedra hasta llegar a una pesada puerta de madera. Christian digitó un código en un panel discreto y la puerta se abrió con un suave clic.
"Bienvenida a la bodega principal de Bellucci."
Entré, y mi aliento inmediatamente se perdió. El espacio era inmenso, mucho más grande de lo que parecía posible, iluminado por luces suaves que creaban sombras danzantes contra las paredes de piedra antigua. Hileras e hileras de barriles de roble se extendían por el ambiente, algunos tan grandes que necesi