~ MAITÊ ~
El cuarto estaba sumergido en una penumbra cómoda, solo la luz suave de la lámpara en la mesita de noche iluminando el espacio. Era uno de los cuartos de lujo del hospital, prácticamente una suite, con baño privado, sofá, y lo más importante en aquel momento: una cama de matrimonio donde Marco y yo estábamos acostados, lado a lado.
Mi cuerpo todavía dolía. Cada músculo reclamaba del esfuerzo sobrehumano que había hecho algunas horas atrás. Pero era un dolor bueno, un dolor que valía la pena. Porque ahora, en algún lugar de este hospital, en una salita de cunero, estaba mi hija.
Nuestra hija.
Todavía no creía completamente que fuera real. Que estaba aquí. Que realmente había pasado.
Marco estaba de lado, apoyado en un codo, mirándome con aquella sonrisa boba que no salía de su rostro desde que Aurora había nacido. Sus dedos jugaban distraídamente con un mechón de mi cabello.
"¿Viste lo pequeña que es?", dijo por la milésima vez, y reí suavemente. "En serio, Maitê, es linda".