La cena fue exactamente lo que necesitaba: caótica, ruidosa y llena de amor. La gran mesa de comedor de Nate tenía espacio más que suficiente para los nueve, pero aun así todos eligieron sentarse cerca unos de otros, creando una atmósfera íntima y acogedora. Cajas de pizza se esparcían por el centro de la mesa junto con botellas de vino abiertas, platos con restos de entrada italiana que Nate había pedido, y copas medio vacías que eran constantemente rellenadas.
Las conversaciones se superponían en una sinfonía familiar de voces animadas. Matheus contaba una historia hilarante sobre un malentendido cultural que había vivido en Pekín, gesticulando tanto que casi derribó su copa de vino dos veces. Oliver y Sarah reían hasta las lágrimas por algo que Christian había dicho sobre las peculiaridades de administrar negocios en Brasil. Zoey y Bianca susurraban sobre