El paisaje por la ventana del auto cambiaba gradualmente, saliendo del gris urbano de Londres hacia tonos más verdes y suaves del interior inglés. Había algo hipnotizante en el movimiento de las colinas onduladas que pasaban, salpicadas de casas de piedra y campos que se extendían hasta donde la vista alcanzaba.
"¿A dónde vamos otra vez?", pregunté por tercera vez, volteándome para mirar a Nate, que manejaba con una tranquilidad que contrastaba con mi curiosidad creciente.
"Dije que iba a ser sorpresa", respondió, lanzándome una mirada divertida antes de volver la atención a la carretera. "Confía en mí."
"Famosas últimas palabras", bromeé, pero me recosté en el asiento, decidiendo disfrutar el misterio.
Había algo diferente en Nate hoy. Desde que me recogió en casa por la mañana, parecía más relajado, menos tenso que en los últimos días. Como si hubiera dejado el peso de la oficina y todas sus complicaciones atrás, al menos temporalmente.
Llegamos a un pueblito que parecía salido de u