Mis pies me llevaron instintivamente lejos de la terraza, lejos de las miradas avergonzadas y del silencio mortal que había seguido al comentario venenoso de Alessandra. Encontré una escalera lateral en la parte trasera de la mansión que llevaba al jardín, un rinconcito discreto lejos del ruido y de la gente. Me senté en el escalón de mármol frío, sintiendo cómo la piedra helada contrastaba con el calor de la humillación que todavía quemaba mi rostro.
Las lágrimas amenazaron con venir, pero las contuve con fuerza. No le iba a dar a Alessandra esa satisfacción. Respiré profundo, tratando de controlar los temblores en las manos y la opresión en el pecho que venía con la mezcla de vergüenza y rabia.
"¡Anne!"
La voz familiar de Zoey hizo eco, cargada de preocupación y determinación. Escuché sus tacones haciendo clic en el pi