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—Por supuesto que lo eres, eres mía —le llevó la contraria afirmando un hecho absurdo, entonces dejó de moverse, pero aún no salía de ella, además estaba ejerciendo demasiada fuerza sobre su vientre y eso le estaba inyectado mucho miedo, temor de que le hiciera daño a su bebé —. Te cogeré todo lo que quiera, te haré mía lo que yo quiera, así que obedece y deja de soltar estupideces.

—Tú, tú sueltas estupideces ¡maldito! —rugió llorando, volviendo a tirar de las cadenas de las esposas. Solo encontró más dolor, ese ardor que se esparcía velozmente a través de toda su fisonomía —. Déjame, déjame ya…

No gustando su manera de contestarle le dio una cachetada tan fuerte que el golpe la llevó directamente a la inconsciencia. No supo nada más, y quizá era mejor así. Aunque solo fuera por poco la desaparición de la pesadilla..

Cuando abrió los ojos, se sintió fuera de lugar. La luz le quemó los ojos. Era fuerte y eso la cegó unos momentos antes de siquiera dar otro parpadeo. Le dolía sus pa
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