La culpable

Jack movió la cabeza repetidas veces, Eliza se lo había llevado… él no podía ser, aunque tenía el mismo nombre.  

Mientras tanto, al otro lado de la ciudad Caruso había terminado de hablar con la policía, que solo habían ido a pedir más dinero, él  no tuvo más opciones que darles una fuerte cantidad de dinero de más.

—¿Y ustedes qué demonios hacen aquí y no están con la sabandija de Di Santis? —preguntó Caruso al ver a sus hombres reunidos en la puerta de su biblioteca.

—La señorita Charlotte nos envió con usted, señor —respondió uno de los hombres agachando su cabeza.

—Son unos imbéciles —vociferó Caruso lleno de ira. 

Los pasos de Caruso eran rápidos, pesados, cargados de ira, rencor y se podría decir que venganza, la misma que había empezado hace treinta años atrás.

Caruso bajó rápidamente las escaleras que daban a las cloacas, aquellas en donde solía desaparecer a sus peores enemigos, de una patada tumbó la puerta abajo, estaba furioso.

—¿Dónde diablos está Di Santis? —preguntó viendo la silla vacía, la misma en donde la había dejado hace unos minutos.

—No lo sé señor, él estaba ahí, se lo juro —respondió el encargado de la puerta, el cual Charlotte también había enviado con su padre.

—Son unos ineptos —dijo sacando un arma para después dispararle justo en la frente al hombre que temblaba ante sus ojos.

Caruso estaba dispuesto a acabar uno a uno a los hombres que había dejado a cargo de Di Santis, pues no todos los días se tiene a su peor enemigo en sus manos para después perderlo de una manera tan absurda.

Entre tanto, Charlotte bajaba de su auto y vio que casi todos los hombres corrían de un lado a otro, llevo sus manos a la cabeza de seguro su padre ya sabía que el hombre que creía ser Adriano había escapado; ahora lo verdaderamente difícil era decirle que ella lo había ayudado a escapar, en ese momento Charlotte estaba deseando que su padre no actuara de la peor manera.

Charlotte respiró profundo para después empezar a caminar, sus pasos eran firmes, llenos de seguridad y más ahora que los gritos de su padre se escuchaban en toda la fortaleza.

—Señor se lo juro, él quedó atado a la silla, por favor no me haga esto… yo tengo familia —habló aquel hombre arrodillado ante los pies de Caruso, apelando por algo de piedad.

—Tu eras el directo responsable y ahora pagas con tu vida, bien dicen vida por vida. Tu dejaste escapar a la sabandija de Di Santis y ahora pagas con tu asquerosa vida —vociferó Caruso apuntando en la sien al hombre quien acababa de orinar en sus pantalones.

—¡Papá!, ¿Qué crees que haces? —gritó Charlotte al ver aquella escena, mientras arrugaba su frente.

—¡Lárgate Charlotte! Ahora no estoy de buen humor, estos ineptos dejaron escapar a la sabandija de Di Santis. 

Charlotte respiro profundo antes de colocarse en frente de su padre y arrebatarle el arma de las manos, la cual le acababa de quitar el seguro. Caruso fijó su mirada directo a ella, mientras que lanzaba fuego por sus poros. 

Ella sabía que si no lo hacía, el hombre que estaba arrodillado iba a pagar por algo que no hizo, además ya había otro más sin vida en el piso y ella no quería cargar con más muertes, ya de por sí todo esto la tenía asqueada.

Caruso jalo del brazo a Charlotte ante la mirada de sus hombres, quienes temblaban de miedo. Nunca nadie lo desafiaba y ella estaba cruzando esa línea. 

—Papá, no puedes acabar con todos tus hombres por algo que ellos no hicieron —habló Charlotte buscando la manera más adecuada de decirle a su padre lo que había hecho.

—Habla claro de una m*****a vez, yo no estoy para juegos y mucho menos para adivinanzas, además no quiero que te metas en esto, esos ineptos tienen que aprender la lección de lo que hicieron o si no nunca me van a respetar —vociferó Caruso.

—Padre fui yo quien ayudó a escapar a Adriano —susurró Charlotte bajando su cabeza.

Caruso la miró fijamente para después levantar su mano derecha y estamparla en la mejilla de Charlotte, la cual no dijo absolutamente nada, ella al igual que Caruso era de temple fuerte y una cachetada no le iba a doblegar.

—¿Que hiciste?, ¿Acaso me traicionas como si nada? No puedo creer que mi propia hija, mi gran tesoro, sea mi propia enemiga. Preferiste ayudar a una basura, un ser que no valía nada, —él escupe lleno de frustración. 

—No padre, créeme ese hombre no es quien tu pensabas —habló Charlotte.

Los ojos de Caruso se nublaron por completo, dejó a Charlotte parada y caminó hasta donde estaban sus hombres, para después tomar un arma que estaba sobre la mesa, quitó el seguro y disparo justo en la frente de aquel hombre quien hace unos segundos había suplicado por su vida 

—¡Papá! —Charlotte gritó, luego giró sobre su eje para encontrarse con la mirada oscura de Caruso puesta en ella, su pecho subió y bajó rápidamente, esto era demasiado.

Charlotte miró a su padre con desilusión, aunque ella estaba acostumbrada a todos los gajes del oficio, incluso ella era temida en el bajo mundo, nunca le habían gustado las injusticias, así que no esperó más y salió de ahí directo hacia a su habitación.

—Saquen la basura muchachos, y vuelvan a su trabajo —Vocifero Caruso, está desilusionado, y más por qué fue su propia hija quien ayudó a escapar a Adriano Di Santis, y su única opción de tener el poder absoluto en sus manos.

Sin embargo, él tenía algo más que claro… Buscaría a Adriano y terminaría lo que empezó hace mucho. 

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