Capítulo 6: Enlodada.

Tarah O'Kelly

Después de dos semanas que habían pasado desde que salí de la oficina de Alexis Kontos, por fin mi amiga había logrado reunir a los periodistas y en cuestión de minutos iniciaría una rueda de prensa, donde expondría la verdad y la injusticia que había cometido la familia Kontos conmigo. 

No podía evitar estar nerviosa, mis manos me sudaban tanto que debí limpiarlas con cuidado en mi ropa, caminaba de un lado a otro en la antesala donde daría la rueda de prensa.

Aunque sola no podía enfrentar a la poderosa familia Kontos, esperaba que con la ayuda de los medios de comunicación, tuviera una oportunidad real de mostrar sus verdaderos colores y limpiar mi nombre.

Un momento después, Sarah entró.

—Amiga, ya es hora… suerte.

Asentí y comencé a caminar hacia el salón, tuve una sensación amarga en mi garganta, sentía que estaba a punto de vomitar, respiré profundo y me obligué a pensar en otra cosa, me armé de valor y me paré en el podium.

Me recibió un silencio absoluto, tanto que se podía escuchar la caída de un alfiler, al pararme frente a todos, me aclaré la garganta, abrí la botella de agua mineral y tomé un trago tratando de calmarme.

“Señores periodistas, estoy aquí hoy para denunciar ante la opinión pública nacional las injusticias cometidas por la empresa Kontos Airlines. El caso es que fui designada para ser sobrecargo en un vuelo para la isla de Kontos, con motivo de la celebración de la boda de Thalía Kontos, todo se estaba llevando a cabo a la perfección hasta que el día de la boda descubro que el novio era también el mío.

Intenté reclamar el engaño del que fui objeto, pero el señor Alexis Kontos, me sacó de la ceremonia y me mandó a echar de la isla, pero lo peor es que sin tener ningún motivo, más que la de ser la mujer engañada por su ahora yerno, Anthony Whitman, me despidió. Por eso acudo a ustedes para que me ayuden a que esta injusticia sea corregida y me sea devuelto mi empleo”. Concluí y luego de mi denuncia comenzaron a hacerme una pregunta tras otra.

—Señorita O'Kelly, fuentes informan que usted ha intentado por meses romper la relación sólida entre la señorita Kontos y su ahora esposo, por más que él la rechazó e intentó alejarse, usted lo perseguía constantemente —dijo uno de los periodistas.

—Pretende arruinar la reputación de una de las familias más influyentes solo porque es una mujer vengativa y desvergonzada que se involucra con hombres comprometidos —señaló otro y así sucesivamente fueron preguntando.

Miré a Sara con una expresión confusa, no entendía ¡¿Cómo había pasado esto si se supone que la gente que estaba allí eran periodistas de confianza? ¿Cómo se escapó esta situación de nuestras manos?

Los reporteros no escatimaron en preguntas incisivas y falsas acusaciones. Me sentía como si estuviera siendo juzgada en un tribunal público, pero sabía que tenía que mantener la calma y defender mi verdad.

—Lamento si hay malentendidos o rumores infundados sobre mi relación con el señor Anthony Whitman —respondí con firmeza—. La realidad es que él y yo éramos novios antes de que se comprometiera con la señorita Kontos, y me sorprendí mucho cuando lo vi casándose, y por esa razón me echaron de mi trabajo. ¡Quiero justicia! —exclamé con un grito.

Las preguntas seguían llegando, algunas más agresivas que otras, pero me mantuve en pie, respondiendo con honestidad y respeto. Sarah, que estaba en la sala, me brindaba apoyo moral con su mirada y asentimientos de ánimo.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, la rueda de prensa llegó a su fin. Pero cuando se iban a retirar apareció Alexis Kontos.

—¿Se van a ir sin escuchar mi versión de los hechos? —pronunció el hombre de manera arrogante—, tengo imágenes y vídeos que demuestran lo descarado de esta mujer… si no había hablado fue porque era una dama y a uno le enseñan que a la mujer ni con el pétalo de una rosa, pero visto que ella me está atacando a mí y a mi familia tengo derecho a defendernos. ¿No les parece? —inquirió y enseguida los murmullos de los periodistas se escucharon en el recinto.

No pude contenerme y me bajé del escenario y caminé hacia él.

—¿Qué mentira pretende decir de mí? No le crean lo único que quiere es invalidar mi declaración y… —mis palabras fueron interrumpidas una vez más por él.

—Porque no me dejan exponer mi versión y las pruebas que tengo y que la opinión pública sea la que juzgue.

Como si hubiera tenido todo preparado, sacó una especie de bolígrafo y comenzó a transmitir en una pantalla las imágenes de la boda, e incluso un vídeo donde salía yo coqueteando y diciendo incoherencias para seguidamente besarlo, y después mi entrada a su oficina amenazante.

Todo lo sacó de contexto y si yo no hubiese sabido la verdad, seguramente habría terminado creyendo su versión. La rabia bulló dentro de mí, nunca había sentido tanto odio como él que sentía por ese hombre, no podía creer que en la rueda de prensa que había preparado para limpiar mi nombre, había terminado más enlodada que como estaba.

Me acerqué a él con ganas de abofetearlo, pero como si el destino estuviera conspirando en mi contra, o no sé si a mi favor, o un duende malo hubiese intervenido, me vino una arcada, no pude soportar y un chorro de vómito salió de mi garganta e impactó en el pecho del estirado Alexis Nickolai Kontos, quien enseguida dibujó una expresión de asco. 

Algunos periodistas nos miraron sorprendidos, otros terminaron carcajeándose, al mismo tiempo que para no perderse ni un detalle de lo que estaba sucediendo, comenzaron a grabar mientras yo pedía al cielo que la tierra se abriera y me tragara.

Me giré y salí de allí corriendo mientras lágrimas de vergüenza surcaban mi rostro, y mi amiga me seguía corriendo.

—¡Espérate, Tarah! —exclamó, pero yo no me detuve hasta llegar al baño, me enjuagué la boca y me lavé el rostro mientras mi amiga me miraba con tristeza.

No sabía si algún día lograba recomponerme de esa vergonzosa escena en la rueda de prensa. Sentía la humillación arder en mi interior mientras el sonido de las risas y los murmullos de los periodistas resonaban en mi mente.

Sarah se acercó con preocupación y me sostuvo el brazo.

—Tarah, lo siento tanto. Esa fue una jugada sucia por parte de Alexis Kontos. Te juro que no lo sabía, alguno de los periodistas debió informarle, desconocía que harían esto.

Me miré en el espejo, viendo mi rostro pálido y mi mirada llena de lágrimas. Sabía que no podía darme por vencida, no después de todo lo que había pasado. 

—No puedo dejar que esto me derrote, Sarah. Tengo que enfrentar a esa familia y hacerlos pagar por sus humillaciones. No importa lo que cueste.

Sarah asintió con determinación.

—Estoy contigo en esto, Tarah. No te dejaré sola en esta batalla. Vamos a buscar la manera de contrarrestar lo que hizo Alexis en esa rueda de prensa. No permitiremos que te difamen de esta manera.

Salimos del baño y regresamos a la sala donde se había llevado a cabo la rueda de prensa. Todavía algunos periodistas estaban allí, algunos hablando entre ellos sobre el incidente, otros revisando las grabaciones y fotos que habían capturado.

Me acerqué a un grupo de periodistas que estaban discutiendo acaloradamente lo sucedido y traté de mantener la calma mientras les hablaba.

—Señores, entiendo que lo que vieron en la rueda de prensa puede haberles confundido, pero lo que mostró Alexis Kontos fue una manipulación de la realidad. Esas imágenes y videos están sacados de contexto y editados para hacerme quedar mal. La verdad es que fui engañada y despedida injustamente de mi trabajo.

Uno de los periodistas levantó una ceja escéptica.

—Señorita O'Kelly, Hay declaraciones de testigos que señalan de que usted pasó la noche con Alexis Kontos —pronunció— ¿Tiene pruebas que respalden su versión de los hechos y que demuestren lo contrario?

Yo negué con la cabeza, admitiendo mi derrota, salí de allí, sintiéndome por completo destruida, y me fui al apartamento, por primera vez dudaba de las decisiones que había tomado en mi vida, porque por culpa de ellas estaba en esa situación.

Llegué a mi apartamento, pero los vómitos y el malestar no cesaba, tenía la impresión de que había pescado una afección estomacal, por eso al día siguiente, sin perder más tiempo, me fui a un centro de salud y allí me hice ver con el médico.

—Señorita, necesito que se haga estos análisis para determinar un diagnóstico —expresó y yo asentí.

Después de casi dos horas de espera, me llamó la asistente para que hablara con el galeno porque ya tenían los resultados de los análisis.

Entré preocupada, y me senté frente al escritorio, mientras el médico revisaba los resultados.

—¡Felicidades, señorita O'Kelly! —exclamó el médico y yo lo observé como si se hubiese vuelto loco.

Como si leyera el pensamiento sonrió.

—¡No estoy loco, usted está embarazada! —pronunció mientras yo sentía que todo me daba vueltas, se volvía oscuro y perdía el conocimiento.

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