Armando Fernández
Apenas abordo el avión, nos atiende una azafata con la cual me enrede alguna vez.
—Buenas tardes señor Fernández, es un placer atenderlo. — Se presenta la azafata con una sonrisa ignorando a Alejandra, todos saben que ella no es la señora Fernández, si no una de mis asistentes además algunos saben que fue mi amante.
—Deberías, respetar el señor es un hombre casado. — Le reprende Alejandra y la otra mujer solo se ríe.
—Me traes un whisky. — Le ordeno como siempre, sin un por favor. Para marcar distancia.
—Enseguida señor. — Dice moviéndose con gracia a buscar lo que le pido.
—Es de lo último, no entiendo porque continúa trabajando para usted. — Se queja Alejandra cruzándose de brazos luego de haberse colocado el cinturón de seguridad
—Si botara cada mujer que se enrollo conmigo en algún momento no tendría ni secretaria. — Le respondo y ella se pone roja como su hermoso cabello.
—Lo nuestro es diferente. — Responde.
— ¿En qué sentido?—Le pregunto.
—Nos conocemos, a la